Cada vez que comienzo un proceso de asesoramiento directivo para desarrollar el liderazgo, INVIERTO mucho tiempo en que mi asesorado, en este caso “EL LÍDER”, entienda la importancia de cambiar la expresión “perder tiempo” por la palabra “invertirlo” en aquellas tareas que tienen que ver con la gestión de personas.

Como líderes en entorno VUCA, donde todo cambia tan rápido. Sobre todo aquellos nuevos en el puesto, o incluso los que siguen guiándose por aquello que ayudaba a los líderes del pasado,  todavía no han cambiado el chip de que su función ahora es la gestión de las personas, con lo cual, en su apretada agenda esto de liderar lo entienden como un ladrón de tiempo de aquellas, que ellos consideran sus tareas principales. Tampoco entienden que, fórmulas tan sencillas como estar presentes, les puedan dar algún resultado. Quieren datos, cifras, etc… o incluso aquellos, cuyas mentes de forma innata prefieren recibir la información más especifica, centrada en el detalle, me han llegado a pedir fórmulas.

Pero, aunque les cuesta cambiar la palabra, es cierto que me he encontrado hasta ahora con líderes muy comprometidos y que ponen todo su empeño en hacerlo, y no hay nada más potente para cualquier persona, que la intención firme de hacer un cambio para que surja la magia de hacerlo y ver resultados diferentes.

Pero, ¿qué le impide a un líder tener ese espacio para invertir tiempo en aquello que es uno de los activos más importantes de una organización como es su “capital humano”? La acumulación de tareas, tanto a nivel profesional como personal. En definitiva, el estrés.

Que el líder no gestione de forma adecuada el estrés reduce su presencia de forma significativa y aquí no hablamos de la presencia como “la cualidad de estar delante” sino de la calidad con la que cada acción del líder llega a sus colaboradores.

La presencia es una cualidad muy significativa del liderazgo: “La presencia no se enfoca en ti; es el efecto que tienes en los demás”.

El impacto que tiene que el líder incluya presencia en cada uno de los actos que lleva a cabo en el ejercicio de su liderazgo es algo muy enriquecedor de cara a cada una de las personas que lidera y al equipo en general. Un líder que escucha de forma activa a sus colaboradores ve mas allá del simple trabajador y puede ir conociendo a la persona, además empatizará de forma mucho más rápida, y creará un vínculo emocional con ellos al sentir la presencia de éste en cada acción.

Pero, ¿por qué es tan difícil estar presente? porque el trabajo de nuestra mente es pensar y ésta suele estar saltando de un pensamiento a otro durante todo el día, a lo que se le llama “mente de mono” y además vivimos en una sociedad multitarea, por lo que estamos acostumbrados a realizar numerosas tareas a la vez. Eso esta bien, porque nos ayuda a automatizar tareas que nos han servido para adaptarnos y poder evolucionar. Imaginaros la primera vez que condujisteis; todo tan presente, todo de modo tan mecánico… ahora si no lo tuviéramos integrado y lo realizáramos de forma automática, ¡qué desgaste de energía supondría esto!

Nuestro problema actual es que con el 80% del día y de las cosas que hacemos vamos en automático y, precisamente, esto es lo que reduce nuestra presencia.

En medida que no seamos conscientes de que parar nuestra mente y reducir las cosas que hacemos de forma automática nos va a dar muchos beneficios, nuestro liderazgo no tendrá el alto desempeño que puede alcanzar y, además, nos va a privar de algo tan importante como estar en el presente, que es el único lugar en el que al fin y al cabo vivimos.

Pero, os preguntareis cómo se aplica la presencia. Pues veréis, ésto es algo que lleva su tiempo, pero que como dije antes, lo más importante que podemos y debemos hacer es ser conscientes de que la queremos aplicar y poner intención en hacerlo. Es un cambio de hábito y, como todo cambio, requiere de tiempo, esfuerzo y dedicación.

Algunas consejos para en practica la presencia son:

  • Tomar consciencia de cuánto tiempo vamos en piloto automático, decidir qué tareas podemos dejar que sigan en ese automatismo.
  • Empezar a poner intención en estar presentes en las tareas que como líderes hacemos a diario, escuchar, comunicar, tomar decisiones… y que son importantes para nuestra gestión de liderazgo.
  • Realizar cada mañana ejercicios de respiración consciente (10 minutos), que nos permitan ponernos en estado de realizar esas acciones de forma presente.
  • Practicar Mindfulness para entrenar nuestra atención y reducir nuestro estrés.
  • Cuando veamos que no hemos estado presentes, no enfadarnos ni frustrarnos, volver a tener la intención de hacerlo mejor la próxima vez. No se trata de expectativas, sino de un entrenamiento que poco a poco nos haga convertir esa presencia en un hábito.
  • Observar cuáles son las reacciones de nuestros colaboradores con respecto a nuestra nueva forma de comportarnos y anotarlas, para ver y reconocer nuestros logros. Estas nos animarán a seguir trabajando.
  • Y muy importante, sostenerlo en el tiempo, para que observen que ha sido un cambio genuino y no momentáneo e interesado.
  • Además, repetir, repetir, repetir… es la única forma que conozco de que el conocimiento se convierta en aprendizaje y en hábito.

Y después de poner en práctica estos cambios, aparecerá la MAGIA o, por lo menos, así la llaman los directivos con los que he trabajado, cuando observan que aquello que tanto les ha costado hacer y en lo que creían tan poco, les da resultados tan productivos y humanos.

Y para mi es un regalo escuchar esa palabra, haberles acompañado y observado en su camino, verles crecer como líderes PRESENTES y obtener resultados que nunca imaginaron haciendo tan solo esos pequeños cambios en su PRESENCIA, que además también trasladan a sus ámbitos personales y los llena de momentos habitados en su presente. Y yo a eso también le llamo MAGIA.